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EL ÁRBOL SIN SOMBRA

 



HACERSE MAYOR A LO BESTIA A TRAVÉS DE UN ÁRBOL SIN SOMBRA

 

Repasando el palmarés de los certámenes locales que tanto nos gustan (y que nos permiten descubrir películas ocultas) nos encontramos en el Festival de Cine Fantástico de Torremolinos 2013 el sugerente título de una película de horror que en realidad no lo es: ‘El árbol sin sombra’. Y descubrir que tras ella se encuentra un equipo de amigos de la facultad de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Barcelona que ha crecido hasta crear su propia productora (Tótem) no hace sino alimentar nuestra curiosidad sobre un film autoproducido que huele a revival, a los perros de paja del Cristal Lake y a cara B de cassette regrabable. Y aún así oculta algo en la guantera de su R5 camino de un idílico paraje, ideal para grabar un horror film astillado. Para averiguarlo, nos encontramos con su joven director, Xavier Miralles, a la salida del último pase de su película en la sala Artistic Metropol de Madrid.

 

Tras una primera experiencia casi amateur con un film anterior (‘Ocho’, 2011), y con una inversión de unos 20.000 euros y 20 días de rodaje prácticamente en exteriores, Xavier Miralles y su equipo se propusieron levantar una historia centrada en “explicar de una forma metafórica el sentimiento de decepción que podemos llevarnos en cualquier etapa de nuestra vida, en este caso la amistad, y matizar que los vínculos de amor son importantes para tener un futuro”, dice el director.

 

 

Quizá por ello, ambientar esta historia de defenestración social en la década de los ’90 se hacía innegociable para Xavier. Ya no sólo porque “no había teléfonos móviles”, lo que facilita la acción de cualquier slasher, sino porque “siempre imaginé que era una historia basada en la inocencia de un grupo de jóvenes que aun no ha vivido todo lo que tienen que vivir, de modo que su contacto debe ser personal y muy directo, sin tecnología de por medio”, dice Miralles. “Es mi época… yo salía a jugar a la calle a jugar con mis amigos y llamábamos al timbre, sin WhatsApp”.

 

La historia de ‘El árbol sin sombra’, por si aún no ha quedado claro, es la de un grupo de amigos en el borde de la madurez que deciden pasar un idílico fin de semana en el lago, pero que se verán sometidos a una situación de violencia por un grupo de alimañas antisociales que pondrán a prueba sus naturales convencionalismos. Por eso, matiza Miralles, “buscaba que no hubiera nada entre ellos más que el lago” y “el desencanto, personificado con los villanos, son del cambio forzado del golpe a la madurez”.

 

 

El símil que proponen Miralles y su coguionista Cati Moyá es tan clarividente que asusta desde el momento en que aparecen los “malos” de la función. Esa jauría psicopática que pone patas arriba el orden establecido y que, salvando algún que otro problema de ritmo en la película, deja claro que son ellos, los otros, el verdadero valor de una película personal; tan personal reconoce el realizador, que “si no, no sería posible llevarla a cabo sin subvenciones”.

 

La entrada en escena de estos antihéroes supone una poderosa inflexión en el film de Miralles, convulsionando saludablemente al público al estilo de críticos clásicos setententeros como esos ‘Perros de paja’ (Sam Peckinpah, 1971) o ‘Las colinas tienen ojos’ (Wes Craven, 1977). Su aparición, en contraste con la luminosidad de los héroes arquetipados, genera tal animadversión entre el público que resulta difícil no deshacerse de ellos en pro de la bipolaridad. Un juego peligroso que Miralles defiende remarcando que “la gente entiende muy bien que es una metáfora al servicio del desencanto, y destacan que es una violencia controlada siempre y cuando logres entrar en ella e identificarte”.

 

 

De este modo (y analizándola con cuidado), la confrontación de choque que propone esta película menor entre los vórtices del bien y el mal, sugiere al menos una interesante reflexión en cuanto al maniqueo de los personajes: los roles del quarterback, el friky, la cheerleader y la lista quedan claros en el lado de la luz (ya sea sin querer o adrede) con el mismo acierto que el propio Joss Whedon insufló en ‘Cabin in the woods’ (Drew Goddard, 2012); pero es en el lado oscuro donde ‘El árbol sin sombra’ consigue la cuadratura del círculo en pro de la complementación del alma náufraga, interpretación mediante de un turbulento elenco capitaneado por una actriz, Rafaela Rivas (también aquí productora), a la que convendría ojear con lupa en el futuro por su capacidad de crear un villano tan avasallador con tan sólo quitarse un poco de hojarasca del hombro.

 

 

Es de destacar que, para confrontar ambos estadios psicológicos tan disonantes, los productores de ‘El árbol sin sombra’ introducen un nuevo crédito nada habitual en cualquier película: el coach. Emilia Ruiz se encargó de definir el coaching de los roles de grupo y el posicionamiento y liderazgo en cada estrato para definir las motivaciones a cada lado del ecuador. Para Miralles (que delegó esta construcción actoral en un tercero) ‘El árbol sin sombra’ era una película que “no requería un gran despliegue técnico, sino que estaba basada en las emociones, por eso la hemos considerado un drama de horror”. La definición de personajes y su interpretación “fue de las cosas que tuvo más prioridad”, dice, y continúa explicando la construcción de roles por la necesidad de trabajar cada sector (el de los malos y el de los buenos): “nos alojamos en un apartamento y distribuimos a los buenos juntos y los malos juntos, y se les pidió que tuvieran el mínimo contacto posible entre ellos. De hecho se ha creado un vinculo de amistad muy fuerte entre cada grupo”.

 

 

Con este preciso modelo de producción, y tras someterse a un master de dirección, Xavier Miralles y Tótem dan un paso atrás para avanzar dos y dedicarse al cortometraje antes de acometer su próximo largo. “Aprendí mucho más haciendo ‘Ocho’ que en todos los años de carrera”, dice el director, “aprendí lo que eran los ejes y a encuadrar a base de cometer errores”. Y añade que, sobre todo, “el aprendizaje más grande que me llevo ha sido conseguir coordinar un equipo y a entender cuales son las bases de hacer algo que no tiene financiación, que es basarse en el esfuerzo y la ilusión que tiene todo el mundo”. Su consejo para otros cineastas noveles, según su experiencia, es “rodearse de gente que tengan las mismas ganas, la misma meta y constancia; eso es lo más difícil de encontrar… incluso más que hacerlo”.

 

UC (Manu Cabrera).

 

TRAILER "EL ÁRBOL SIN SOMBRA"